A pesar de que la búsqueda de la felicidad tiene al menos 2,500 años (desde Aristóteles), hoy en día existe una tendencia (diría moda) en el mundo, en la cuál tenemos una necesidad constante de buscar la felicidad (lo que sea que esto signifique para cada persona), y de querer encontrarla en cada momento de nuestras vidas.
Esta búsqueda incesante se vuelve en nuestra contra cuando vemos que no lo logramos, e incluso, en esta pesquisa, terminamos buscando una perfección que nos lleva a sentirnos insuficientes y miserables.
¿Cómo es posible que todo el mundo sea feliz menos yo? Y es que claro, las redes sociales muestran siempre la belleza de todas las situaciones que vivimos: las vacaciones, las fiestas, las sonrisas, el auto nuevo, los logros, etc.
En este momento, la verdadera pandemia que ha sido silenciosa pero letal, es el nivel de estrés que tenemos como seres humanos, y es que estamos en una sociedad en donde mientras más hagas, más valorado eres. Y entonces queremos ser los mejores padres, pero también los mejores profesionistas, los mejores amigos, los que más viajan, los que más se divierten, los que más logros tienen, los que más, más, más, más… y esta lista pareciera no tener fin. No nos sentimos suficientes, y por supuesto, no podemos demostrar que estamos cansados, agotados de hecho, por cumplir con los estándares establecidos por una sociedad que se enfoca más en el tener y en el aparentar tener, que en el realmente ser.
Un punto esencial es el descanso. Es necesario dejar de alabar la “capacidad de hacer todo y ser súper hombres y súper mujeres”. El descanso es esencial en la consecución de la felicidad, desconectarnos, respirar y entonces seguir adelante. Si no recuperamos nuestro cuerpo y lo sometemos a más estrés, nuestros niveles de felicidad no aumentarán, porque estaremos agotados.
Pensamos que la felicidad es una constante y que debemos ser felices siempre, pero un signo de salud mental, es precisamente experimentar toda la gama de emociones que existe y darnos permiso de ser humanos y sentir momentos de enojo, tristeza y depresión. Experimentar las bondades de ser vulnerables y no tener que resolver todo, saber todo y hacer todo, incrementará nuestra felicidad. Así como la muerte es un acicate para la vida, los momentos de tristeza, son también un acicate para la felicidad, pero los vemos como enemigos y no como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Salud mental es no rechazar nuestras emociones, cualesquiera que estas sean.
Sentirnos que somos suficientes sin buscar el perfeccionismo incesante, comprometernos con nuestros sueños y anhelos, eliminar nuestras corazas emocionales que nos mantienen alejados de los demás, hablarnos a nosotros mismos como le hablamos a las personas que amamos, ser auténticos (sin máscaras de súper héroes) y ser profundamente agradecidos, aumentará nuestros niveles de felicidad, porque no tendremos expectativas irreales de lo que es en realidad la felicidad.
La felicidad es una maravillosa travesía que se compone de momentos de alegría, de tristeza, de amor, de frustración, de agradecimiento y de miles de momentos que, en suma, nos regalan un mayor nivel de bienestar.